Os la dejo aquí para que opinéis si os gusta. (creo que no la había publicado antes)
Ningún lugar
ha sido tan querido y a la vez tan odiado por Legebril Alosen que su adorada Argluna,
allí aprendió dos cosas, su oficio y la dureza del destino.
Nacido en
cuna noble, hijo de una de las familias medianamente importantes de la ciudad, comparte
padres con dos hermanas mayores que él, Elyn y Lia. A la edad de 17 años fue
enviado a la Escuela de la Dama para iniciar sus pasos en el mundo de las artes
mágicas, aunque nunca destacó en dicho arte y lo aborrecía, su padre insistió
en su matriculación a fin de seguir sus propios pasos. Allí
conoció a una hermosa semielfa pelirroja de penetrantes ojos esmeralda, de la
que quedó prendidamente enamorado en el acto.
Casi un año
pasó desde aquel primer flechazo, casi medio año desde que el joven elfo pudo
pronunciar palabras completas y formar frases con sentido ante la presencia de
la hermosa pelirroja, y apenas dos meses llevaban viéndose a escondidas entre
los muros abandonados de una vieja mansión, cuando el padre de Legebril los encontró.
En ese momento el padre no dijo nada, simplemente pasó de largo cuando vio a
los dos amantes perderse de la mano entre las ruinas.
El problema
le sobrevino después al joven, cuando volvió a la escuela y no se le permitió
la entrada por orden de su padre (parte del claustro en la escuela), había sido
expulsado sin aviso por parte de su padre y desconocía el por qué. Lo
descubrió al regresar a su hogar, las voces del padre se pudieron escuchar
fuera de los muros de la casa en la que residían, un elfo solar, retozando con
una mestiza, una mestiza, semihumana una deshonra para cualquier elfo, y encima
su propio hijo había estado con ella, Legebril intentó excusarse, explicarse,
hacerse entender, pero su padre no estaba dispuesto a escucharlo, no habían abandonado
Eternion hace 100 años para que su único hijo acabara retozando con una
mestiza. Ingresaría interno y de inmediato en la orden de Torm, para que
aprendiera los principios básicos de la escudería y quizás, con suerte, entrara
algo de cordura en su cabeza llena de paja.
Apenas le dio
tiempo a escribirle una carta a su amada, cuando dos paladines vinieron a
recogerle, carta que, entre lágrimas y abrazos, logró dársela a una de sus
hermanas para que se la hiciera llegar.
No pasó un
día en que el joven Legebril no llorará por su hermosa semielfa. Durante los
entrenamientos, durante la instrucción o las infinitas tareas, en su mayoría
dignas de un lacayo, que la orden le tenía preparadas cada día, se comportaba
como un autómata, las realizaba sin emitir ningún comentario o queja, al llegar
la noche, en su lecho, sollozaba como un crío, por los abrazos y besos perdidos
de su amada. Confiaba que su hermana Elyn a quien había dado la carta, se la
hubiese hecho llegar y supiese todo lo que sentía y deseaba.
Había pasado
alrededor de un mes entre los muros de la academia de Torm cuando un mensajero,
enviado por su madre le hizo entrega de un mensaje, un pequeño papiro enrollado
con un cordón de terciopelo, sellado con cera negra y el escudo de su familia
grabado en ella. Una lágrima corrió por el rostro del elfo al ver el papiro,
sabía qué significaba la cera negra en un mensaje así, una muerte en su
familia, con manos temblorosas recogió el mensaje, casi rasga el papiro al
abrirlo y lo leyó para sí.
Querido hijo, apenas me salen las palabras,
siquiera puedo sostener la pluma entre mis dedos para escribirte esta carta… tu
padre ha sufrido un severo accidente en la escuela, unos componentes
adulterados se mezclaron en un experimento que estaba realizando, y liberaron
un gas letal que está constriñendo sus pulmones, apenas puede respirar, los
sacerdotes no saben qué hacer, sus plegarias apenas sirven para aliviar su
dolor, por favor ven a casa cuanto antes.
Apenas
terminó de leer la carta cuando la dejó caer entre sus manos y salió corriendo
de la academia rumbo a su casa, tenía que ver a su padre, tenía que decirle que
sentía haberle fallado, tenía que saber que lo perdonaba… no podía irse sin que
supiera, que, a pesar de todo, lo seguía queriendo y respetando.
Poco más de
tres millas separaban su casa de la “Academia Militar y Divina del dios Torm”,
acostumbrado a correr distancias similares o superiores en sus entrenamientos,
junto con la adrenalina que por sus
venas fluía la distancia no supuso para el joven mayor esfuerzo, pero cada paso
que daba sentía que su padre se alejaba del plano mortal. Llegó a la casa
familiar e irrumpió con fuerza en su interior, sus hermanas sobresaltadas
fueron a su encuentro, sus caras, al igual que la de su madre que se encontraba
en la habitación matrimonial, estaban demacradas por el llanto y la pena, se
abrazaron, e intentaron aplacar sus penas entre los cuatro.
Legebril
entró solo en la habitación donde su padre se encontraba postrado en la cama,
se arrodilló a su lado y besó su mejilla, el padre abrió los ojos y lo miró
tiernamente, - hijo - le dijo entre susurros y silbidos con voz entrecortada, -
no digáis nada padre, guardar el aliento, ya no importa – le respondió, - hijo
– continuó – he decíroslo antes de presentarme a Kélemvor, lo más importante es
la felicidad de uno mismo, lo más importante para un padre, es la felicidad de
un hijo, si quieres estar con ella ve con ella, nunca debí interponerme – con
cada palabra, la voz del padre se volvía menos audible, al final, sus palabras
apenas eran indistinguibles de un simple susurro. La mano que apretaba la de su
hijo se aflojó, y sus ojos se pusieron en blanco. Te perdono gritó Legebril,
padre te perdono, y rompió a llorar sobre su pecho.
Fue su madre
quien lo despertó al cabo de una hora, se había quedado dormido sobre el cuerpo
sin vida de su padre, extenuado, agotado por tanto sentimiento demoledor.
Al cabo de
pocos más de una semana del trágico accidente y no sin cierta alegría, Legebril
tuvo que abandonar la escuela militar a causa de la falta de dinero para poder
seguir costeándola, aunque le estaba empezando a coger el gusto a la disciplina
y enseñanzas del dios Torm, se sintió aliviado de escapar de aquel opresivo
régimen.
Buscó y
encontró trabajo de aprendiz de herrero en la fragua de un conocido enano, poco
carismático, como todos los enanos, pero como la mayoría de ellos, de buen
corazón, acogió al chico en su taller, primero como poco más que un limpiador,
preparando las herramientas, manteniendo la fragua caliente y con brasas, en
definitiva manteniendo la herrería en condiciones óptimas para que el enano
pudiera trabajar sin complicaciones, pero apenas ganaba cien cobres, que no
eran suficientes para mantener a su familia, por consiguiente no les quedó más
remedio que vender la casa y mudarse a un barrio más humilde.
Sabedor de
los problemas económicos de Legebril, Reon “manosfuertes”
que así se llamaba el enano, acogió definitivamente al elfo como su aprendiz,
esto significaba dos cosas, la primera que pasaría a cobrar diez monedas de oro
en vez de cien cobres, y, además, pasaría a vivir en la casa del enano.
Legebril, pronto destacó en el oficio y su habilidad para dar forma al metal y
modelarlo a su voluntad añadió fama, a la de, ya por si, gran popularidad de la
herrería de Reon, finas armas ricamente decoradas, escudos de armas con gran
nivel de detalle e incluso equipamiento de gran calidad para la guardia de la
ciudad salían casi diariamente del taller.
Durante este
tiempo, el elfo, pudo volver con su amada y juntos escribieron varios capítulos
de amor, deseo y felicidad en sus vidas, los malos tiempos habían pasado y un
año y medio después de la muerte de su padre Legebril y Kyra se casaban.
Aún no tiene
muy claro qué fue lo que lo motivó, pero al poco de casarse el elfo dejó el
trabajo en la herrería y se inscribió de nuevo en la academia militar y divina
del dios Torm. Afortunadamente ya le había pasado la época de andar limpiando
letrinas, establos y arreglando armaduras de los caballeros, con lo que un paladín
humano de la orden, llamado Sir Redgar II lo acogió como escudero.
Todo
sucedió muy rápido, Legebril apenas
recuerda nada del incidente y, aún hoy, sigue sin entender qué es lo que
sucedió. Iba a caballo, con su amada, por un estrecho sendero de un bosque
cercano, su señor le había dado el día libre y quería celebrarlo con Kyra,
además ella lo miraba con cara pícara, sabiendo que guardaba para sí, una gran
noticia que haría rebosar de felicidad a su amado. Iban a comer al lago,
extender unas mantas sobre el suelo, preparar una hoguera y pasar la tarde
juntos, disfrutando el uno del otro.
Una sombra,
un movimiento en la linde del camino lo alertó, desenvainó su espada, y puso su
caballo entre esa parte del camino y su esposa, el primer osgo lo vieron cuando
salió de detrás de un árbol y se situó enfrente de ellos, con una tosca espada
en la mano, señaló a Kyra y dijo algo en un lenguaje desconocido para ellos, de
pronto tres osgos más los rodearon, Legebril desmontó y se plantó en el suelo
sosteniendo en sus manos su espadón, enfrentándose al que parecía ser el líder,
nada pudo hacer él solo, sin armadura contra cuatro enormes osgos, intentó
luchar, pero un fuerte golpe en la nuca lo tumbó bocabajo contra el suelo, una
gruesa bota de placas hundió su cara contra el barro del camino, hasta casi
ahogarlo, se quedó inmóvil. Se quedó inmóvil tumbado allí, en el suelo,
mascando barro, se quedó inmóvil mientras su mujer intentaba defenderse de los
osgos, se quedó inmóvil cuando uno de ellos cayó a su lado fulminado por un
proyectil mágico lanzado por la semielfa, se quedó inmóvil mientras los tres
restantes la redujeron a golpes, se quedó inmóvil mientras ella gritaba y
lloraba, se quedó inmóvil mientras oía como rasgaban sus ropajes, se quedó
inmóvil mientras ella lo llamaba, se quedó inmóvil mientras gritaba de rabia y
dolor al ser brutalmente violada por esos seres, se quedó inmóvil cuando dejó
de oír sus gritos y los osgos se marcharon, e inmóvil estaba cuando unos
sacerdotes de Lazhánder lo encontraron, tumbado, malherido y con la cabeza
enterrada en el barro.
En su templo,
no pudieron hacer nada por su esposa, quien murió con la que debía ser una
buena noticia guardada en su vientre, estaba en cinta. Y aunque cuidaron y
sanaron las heridas del elfo, otras, las de su alma, nunca llegarán a cerrarse
del todo y siempre llorará por las noches y tendrá pesadillas por haberse
quedado inmóvil cuando tenía que haber protegido hasta la muerte a su semielfa
pelirroja de ojos esmeralda.
Quiso huir,
quiso correr como el viento y perderse del mundo, internarse en Bosque Alto y
nunca volver a salir, pero no lo hizo. Reon, a quienes los monjes habían
avisado, se lo impidió. Volvieron a su casa, a la herrería, y lo cuidó como
pudo esa semana. Sir Redgar II también se enteró de lo sucedido, y aunque su
actitud en la batalla fue deshonrosa, lo propuso para la graduación final, pues
el dios Torm, aunque severo e inflexible, también es amable y bondadoso. Y así,
Legebril Alosen se convirtió en Paladín de la Deidad Leal.
Desde entonces,
es un Paladín Errante que viaja por Faerûn en una incesante lucha contra el
mal.
Me encantan los R.O. :) Empecé jugando al NWN y luego me enganché a las novelas y al juego de rol. Buena historia :)
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